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sábado, 13 de noviembre de 2010

DE UNA LÁGRIMA, MIL ROSAS

(III)
Hubo un tiempo en que las flores no tenían color. Si bien recuerdan ese excéntrico duende que con su inusual forma de sentir una caricia otorgaba ese aire entre mágico, dulce y nostálgico que tiene la luna, él les daba el color a cada flor para crear las estrellas.

De todas, las rosas siempre fueron blancas originalmente y les contaré como surgieron sus distintos colores actuales, les contaré cómo el corazón de Fintrepal quedaba paralizado, no sin latir pero sí inerte como la misma luna en el espacio.

*** *** ***

¿Alguna vez han sentido la sensación de tener una lágrima brotando y que sin recorrer la mejilla se adentra hasta el corazón?
Eso mismo le ocurría al pequeño Fintrepal cada vez que una de sus flores dejaba de exhalar su tierno, suave y delicioso aroma.
Nada podía hacer, simplemente esperar en silencio y como siempre, absorbiendo los tristes efluvios que pudieran emanar de esas flores.

Un día, ese mismo en que sus más nobles sentimientos eran anquilosados, recordaba una rosa de las que no pudo dar ningún vivo color pero que su aroma era tan cristalino como la pureza de un diamante, era una rosa blanca que con los múltiples cuidados de nuestro amigo adquirió un color alabastro. A diario recibía su fragancia, cual si fuera un beso, pero el desdichado duende se estaba gangrenando de tragar más lágrimas que saliva.

No sé si alguna vez pensó que el brillo de sus ojos era la luz de esa flor pero si se sabe que cuando Fintrepal quería contemplarla, su sentir era mutilado hasta llegar a romper el consumo de sus lágrimas materializándolas en gotas de colores.

Esas lágrimas mezcladas con la suave textura de alabastro de la rosa formaron una rosa con los más bellos colores del iris.
Cada vez que una de sus rosas blancas era transformada, su arco iris vivía eternamente porque Fintrepal en cada noche de luna nueva no cesaba de rociarlas con sus gotitas de colores y ellas resplandecían fulgentes, cómplices del regalo obtenido para convertir el llanto del duende en dulces lágrimas de risa. Las bellas flores nunca lograron arrancarle ese tipo de lágrimas, más no cesaron nunca de intentarlo hasta dejar la vida en ello y de cada pétalo caído, nacieron todas las rosas de distintos colores halladas y se multiplicaron velozmente para perfumar e intentar dar un alegre pigmento a la vida de todos quienes tenían la dicha de contemplarlas.

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