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miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA LEYENDA DEL CLAVEL CHINO

Voy a contar una historia que no aconteció en este mundo, pero se puede vivir sin recorrer caminos intransitables. Vive en la naturaleza y la fragancia que no se olfatea, que se percibe cuando aprecias esa sensación de que el corazón se hincha como un globo y en esa fracción de tiempo todo el aire que te rodea es insuficiente para llenar tu pecho.


Ocurrió en un vasto jardín donde entre las malas hierbas, las más hermosas flores exhibían sus más radiantes y bellas formas. Sólo contemplar el espectáculo los sentidos quedaban plenos.
Algunas, al mirarlas, recibías la sutil melodía de Claro de Luna de Claude Debussy, otras te proporcionaban a la vista el sabor de las más exquisitas frutas tropicales y también las había que sin un solo roce eran el tacto del plumón de un ave recién nacida.

Entre tantas maravillas destacaba una dulce rosa roja y un elegante clavel amarillo. Ambas sobresalían no por el arrullo de sus voces, ni por el sabor dulce que pudieran emanar, ni por la suavidad de seda que transparentaban. Simplemente eran tal y como siempre las hemos identificado en cualquier jardín, sencillas y con un pétalo más o menos, igualmente bellas.

En su semejanza fueron atraídas y cada anochecer cuando la luna jugaba haciendo sombras con los rítmicos recortes de los pétalos del clavel, la rosa intentaba respirar profundamente para acaparar la felicidad que el clavel lograba en esos instantes pero su distancia siempre la hacía llorar. De las lágrimas que año tras año resbalaban por su tallo, fue creciendo sobre un terreno húmedo y algunas lágrimas llegaban a solidificarse produciendo espinas en el tallo de la misma (por eso las rosas ahora tienen espinas).

Nunca una lágrima queda insustancialmente derramada y estas hicieron crecer día a día el tallo de la melancólica rosa, hasta que sin haberlo esperado y tras una larga ausencia llegó a postrarse al lado del clavel. Este que siempre había sido su confidente añorado y feliz de abrazar su encanto, quedó preso y arraigado a la rosa, llegando ambas flores a fundir sus tallos y sus pétalos hasta consumirse.

Sólo quedó la esencia de ambas y de ello nació un clavel chino.

Se cuenta que cada noche de luna llena, cuando la misma juega con el clavel chino, en la sombra del mismo se contempla a la rosa y el clavel en su eterno abrazo.

2 comentarios:

Natuu.. dijo...

Muy bonita historia...De esas que valen la pena una y mil millones de veces a leer...
Gracias por tu mensaje..
Saludos :)

Garabatista Original dijo...

Esta historia me conmueve hasta las lágrimas, es hermosa...maravillosa.
Todas las noches de luna llena, me pondré a contemplar ese eterno abrazo de la rosa y el clavel...recordando esta bella y encantadora historia.
Besos niño, se cuida.

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